“He sufrido
durante años porque me daba miedo decirlo” dijo Ellen Page en su discurso desalida del closet.
Ellen Page |
O sea, Ellen
Page. Canadiense. Viviendo y trabajando en USA. Primer mundo. ¿“Miedo”?.
Algo dice de
ese miedo: “Hay gente que va a la escuela todos los días y les tratan como a
una mierda”. También habla de la discriminación en su trabajo (“Estándares que,
odio admitirlo, me han afectado”). Y uno se pone a pensar, qué diría Ellen Page
de esta comarca virreinal en donde (aunque a muchos les duela admitirlo)
estamos a años luz de un primer mundo laico y educado (en términos de la prueba
Pisa hablando).
Y hago un
repaso en mi mente del miedo que nos acompaña a todos lados.
Primero pienso
en este temor quinceañero a la familia. El pánico que nace de creer, no sólo que
papá (o mamá) nos echará de la casa si se entera (aún cuando tengamos 50 años), sino simplemente de saber que
seremos tratados de manera diferente, porque, si bien ya se declaró que no es
una enfermedad hace mucho tiempo, la familia nunca se dio por enterada y trata de
curarte presionándote a casarte o a cambiar de vida con una energía que no cesa
aunque tengas 60 años.
Segundo, el
miedo a perder a los amigos, a que simplemente te marginen de los partidos de
fulbito, de los cumpleaños o de cualquier reunión dominguera porque eres el
raro pues, el que no habla de las chicas ni de los hijos y que incomoda cuando
quieres ser abierto y contarles de tus relaciones de pareja. “No pues, acá en
mi casa no”.
Luego, está
ese miedo nuestro de todos los días de encontrarnos, cuando estamos acompañados
del objeto de nuestros afectos, con esas buenas almas católicas (o evangélicas)
que están listas para hacerte un escándalo en el cine, en el parque, en el Metropolitano
o en el mercado, si te ven demostrándole algo de cariño. Ese miedo que hemos interiorizado
tanto que anula cualquier impulso que tengamos de mostrar amor a nuestro amor y
al que hasta le hemos dado una explicación sociológica para justificar nuestra
anomia ante la injusticia que nos auto imponemos: Nos contenemos por respeto. Supuesto
respeto a las costumbres y tradiciones de nuestro país (parafraseando a Tubino)
que sólo esconde nuestro pavor, no a que nos saquen del closet, porque muchos
ya estamos fuera de él, sino a que nos hagan un escándalo bochornoso y, aquí
viene la cuarta imagen del miedo que repaso, a que algún energúmeno, animado
por el coro áulico de viejitas persignándose, nos agreda físicamente.
Y
energúmenos hay a montones. Basta con leer los comentarios en la web del
Comercio nada más para saber que Phillip Butter no es el único que nos quiere
patear si no que existe una horda inmensa de peruanos homofóbicos que con suma
impunidad nos amenaza cada día.
El miedo de
Ellen Page es al bullying en la escuela y a la discriminación en el trabajo. Cosas
terribles que te pueden llevar, por ejemplo, al suicidio. ¿Cómo entonces hemos
podido sobrevivir en este inframundo rojiblanco? Fácil, la mayoría se ha
refugiado en el closet resignándose a la vida mediocre del que tiene que estar
mintiendo, fingiendo y escondiéndose.
“Estoy
cansada de esconderme y de mentir por omisión” Dijo Ellen Page. Pero acá es tanto
el miedo que la mayoría, para no cansarse, termina creándose una falsa ilusión de
felicidad con sus encuentros amorosos una vez a la semana o cada quince días en
el mejor de los casos, llamando “pareja” al ente también enclosetado con el que
se encuentra en las catacumbas y viendo feliz a la mamá de tener un hijo “respetable”.
No te
extrañe que en este País de las Maravillas no se llegue a obtener derechos igualitarios
nunca si no tenemos el valor de superar estos miedos.