lunes, 25 de agosto de 2014

Expuestos. La escuela, los gays y la religión

Cuando me dijeron que iban a estrenar una obra que incluía el tema de la identidad sexual debo reconocer que no tuve mucho entusiasmo. Más aún por la novedad del grupo y de los jóvenes actores. Tanta información estoy recibiendo últimamente sobre libros, películas y espectáculos LGTB y que luego no lo son tanto, o que me decepciona la forma como tratan el asunto, que casi dejo pasar BARE. Iba a ser un tremendo error.





BARE: EXPUESTOS, no es la obra hetero que incluye un personaje gay  para mostrar su modernidad o compromiso liberal, y mucho menos para ganar algo de esa volátil cuota del mercado que es el público LGTB. BARE es una obra gay, gay, gay y se compra el pleito como tal.

La historia es simple (digo, para nosotros, o sea: la de Orinitorrinco también lo era y sin embargo la calificaron de posmoderna): Peter, el chico gay aceptado, listo para salir del clóset, que se enamora de Jason, el chico gay conflictuado, y sólo con decir esto puedo haber hecho un tremendo spoiler pues ya todos sabemos cómo va una relación así.

Pero más allá de la historia, que es solo la excusa, la maestría del autor está en aquello de lo que la rodea. El internado católico es el marco pero también la fuente de la tragedia, los ensayos de Romeo y Julieta el divertido micro universo donde se reproducen las difíciles relaciones adolescentes y los sueños de Peter la surrealista forma como un chico, con una madre que sabe lo que le ocurre a su hijo pero que teme tratar el tema y sin nadie más que lo bien aconseje, encuentra en sí mismo las respuestas a lo que debe hacer.

¿Ya dije que es un musical? Pues sí, no solo cantan y bailan los alumnos en la escuela sino también una fresca virgen María que, cansada de escuchar 2000 años el mismo “Dios te Salve…” y aburrida de las frases bíblicas, prefiere citar a Oscar Wilde y leer a Oprah.

El único que no baila es el sacerdote y al final queda claro por qué desentona con toda la vitalidad y energía de su rededor.  


No se la pierdan. Según el programa es la primera vez que se pone en Latinoamérica. Saludable decisión de los productores. Felicitaciones.

...

Se presenta hasta el 31 de agosto en el Teatro Federico García Lorca (Salaverry 1910, Jesús María) entradas en Teleticket. 

lunes, 17 de febrero de 2014

Ellen Page y el miedo

“He sufrido durante años porque me daba miedo decirlo” dijo Ellen Page en su discurso desalida del closet.

Ellen Page


O sea, Ellen Page. Canadiense. Viviendo y trabajando en USA. Primer mundo. ¿“Miedo”?.

Algo dice de ese miedo: “Hay gente que va a la escuela todos los días y les tratan como a una mierda”. También habla de la discriminación en su trabajo (“Estándares que, odio admitirlo, me han afectado”). Y uno se pone a pensar, qué diría Ellen Page de esta comarca virreinal en donde (aunque a muchos les duela admitirlo) estamos a años luz de un primer mundo laico y educado (en términos de la prueba Pisa hablando).

Y hago un repaso en mi mente del miedo que nos acompaña a todos lados.

Primero pienso en este temor quinceañero a la familia. El pánico que nace de creer, no sólo que papá (o mamá) nos echará de la casa si se entera (aún cuando tengamos 50 años), sino simplemente de saber que seremos tratados de manera diferente, porque, si bien ya se declaró que no es una enfermedad hace mucho tiempo, la familia nunca se dio por enterada y trata de curarte presionándote a casarte o a cambiar de vida con una energía que no cesa aunque tengas 60 años.

Segundo, el miedo a perder a los amigos, a que simplemente te marginen de los partidos de fulbito, de los cumpleaños o de cualquier reunión dominguera porque eres el raro pues, el que no habla de las chicas ni de los hijos y que incomoda cuando quieres ser abierto y contarles de tus relaciones de pareja. “No pues, acá en mi casa no”.

Luego, está ese miedo nuestro de todos los días de encontrarnos, cuando estamos acompañados del objeto de nuestros afectos, con esas buenas almas católicas (o evangélicas) que están listas para hacerte un escándalo en el cine, en el parque, en el Metropolitano o en el mercado, si te ven demostrándole algo de cariño. Ese miedo que hemos interiorizado tanto que anula cualquier impulso que tengamos de mostrar amor a nuestro amor y al que hasta le hemos dado una explicación sociológica para justificar nuestra anomia ante la injusticia que nos auto imponemos: Nos contenemos por respeto. Supuesto respeto a las costumbres y tradiciones de nuestro país (parafraseando a Tubino) que sólo esconde nuestro pavor, no a que nos saquen del closet, porque muchos ya estamos fuera de él, sino a que nos hagan un escándalo bochornoso y, aquí viene la cuarta imagen del miedo que repaso, a que algún energúmeno, animado por el coro áulico de viejitas persignándose, nos agreda físicamente.

Y energúmenos hay a montones. Basta con leer los comentarios en la web del Comercio nada más para saber que Phillip Butter no es el único que nos quiere patear si no que existe una horda inmensa de peruanos homofóbicos que con suma impunidad nos amenaza cada día.  

El miedo de Ellen Page es al bullying en la escuela y a la discriminación en el trabajo. Cosas terribles que te pueden llevar, por ejemplo, al suicidio. ¿Cómo entonces hemos podido sobrevivir en este inframundo rojiblanco? Fácil, la mayoría se ha refugiado en el closet resignándose a la vida mediocre del que tiene que estar mintiendo, fingiendo y escondiéndose.

“Estoy cansada de esconderme y de mentir por omisión” Dijo Ellen Page. Pero acá es tanto el miedo que la mayoría, para no cansarse, termina creándose una falsa ilusión de felicidad con sus encuentros amorosos una vez a la semana o cada quince días en el mejor de los casos, llamando “pareja” al ente también enclosetado con el que se encuentra en las catacumbas y viendo feliz a la mamá de tener un hijo “respetable”.   

No te extrañe que en este País de las Maravillas no se llegue a obtener derechos igualitarios nunca si no tenemos el valor de superar estos miedos.