El drama abyecto
de la sensualidad que nos devora cada día convirtiéndonos en la especie más mezquina
nos hace merecedores del oprobio del que nos quejamos pero con el que
contribuimos para que los espectadores nos rechacen cada noche en este show atroz
de destrucción mutua que incansablemente representamos cual horda de desenfrenados
enajenados guiados por el apetito básico que nos identifica cruelmente y que
nos mete a todos en el mismo saco que pretenden desaparecer para supuestamente conseguir
un mundo ideal que, me he dado cuenta, no existe ni existirá jamás. Se ha perdido
la guerra entre nosotros mismos, entre nuestra particular moralidad libertaria
y nuestros principios de hippies desfasados, compuesta de múltiples batallas infames
en donde el respeto es una palabra vacía de significado en un diccionario de la
voluntad que desconocemos por cerrar los ojos del raciocinio ordenador y
abrirnos a la voluptuosidad pérfida, la fidelidad es un sinsentido de siglos
pretéritos que pocos quieren añorar para entregarse a la liviandad del XXI que
queremos vivir egoístamente, el afecto sincero es cursilería barata que nadie
compra, la vida en pareja es un ideal de película extranjera que nada tiene que
ver con nuestro hiperrealismo maravilloso de basura amontonada en las calles de
la desconfianza, las lágrimas no cuentan y la amistad es ignominia. Vivir entre tanta sustancia descompuesta se ha
vuelto más que en un trauma existencial de bacteria agonizante, en una muerte diaria
infeliz en la que eres clavado, espinado y lanzado en el costado por el soldado que no
tendrá tiempo de arrepentirse y que promete un eterno retorno a la inmundicia
si tienes la osadía de abrir los ojos cada mañana. No puedo, simplemente no puedo.
Quiero echarme a descansar, olvidarme de todo, detenerme, desandar, volver al
feto culpable que quería ser abortado y que fue obligado a nacer para sentir el
dolor acumulado de las generaciones que se fueron sin recibir el castigo merecido,
ese dolor que será mayor mañana porque, la vida, al parecer, no se paga de otra
manera. Me voy (como si fuera fácil, como si solo eso bastara) y no quiero volver.
1 comentario:
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