sábado, 11 de enero de 2014

A los 170 años del nacimiento de Manuel González Prada

De familia acomodada, ve la luz en Lima el 5 ó 6 de enero de 1844. Hizo la escuela en Chile, donde aprendió inglés y alemán. En Lima ingresa a convivir con los curas en el Seminario de Santo Toribio de donde se fuga (sí, se fuga, como lo cuenta Luis Alberto Sánchez). Según lo describen era atractivo, de ojos azules, cara infantil y voz de soprano.

A instancias de su padre pasa a estudiar la carrera de derecho en el convictorio de San Carlos pero no la termina. LAS describe su juventud como solitaria, refugiado en su hacienda, dedicado a leer y a escribir poemas (su primera letrilla es publicada en El Comercio a sus 23 años) y, de cuando en cuando enviando alguna crítica a algún periódico. Muy cercano a su madre, se casa recién a los 43 años.



Liberal en una familia de conservadores, anticlerical en un Perú ultracatólico, anarquista entre acomodaticios. Europeo y moderno en un Perú medieval, no fue un hombre de su tiempo. Ni siquiera de este tiempo.

Poeta romántico idealista y prosista incendiario con los pies bien puestos sobre la tierra, la dualidad de una vida como la de los genios de la humanidad se expresa bien en estos dos ejemplos.

AMOR

Si eres un bien arrebatado al cielo
¿Por qué las dudas, el gemido, el llanto,
la desconfianza, el torcedor quebranto,
las turbias noches de febril desvelo?

Si eres un mal en el terrestre suelo
¿Por qué lo goces, la sonrisa, el canto,
las esperanzas, el glorioso encanto,
las visiones de paz y de consuelo?

Si eres nieve, ¿por qué tus vivas llamas?
Si eres llama, ¿por qué tu hielo inerte?
Si eres sombra, ¿por qué la luz derramas?

¿Por qué la sombra, si eres luz querida?
Si eres vida, ¿por qué me das la muerte?
Si eres muerte, ¿por qué me das la vida?


NUESTROS CONSERVADORES
“Ya no profesan con sinceridad el Catolicismo sino dos clases de hombres. Los viejos por falta de combustible en la máquina, los jóvenes por escasez de lastre en la mollera. Como los pueblos y los individuos toman siempre de las religiones lo que más se amolda a sus defectos y conviene a sus intereses, nosotros nos hemos asimilado las gazmoñerías, las supersticiones de las festividades suntuosas, lo poco bueno de la moral evangélica no pudimos arraigarlo en nuestros corazones. De ahí que la religión, en vez de actuar como fuerza motriz en el sentido de la perfección interna, solo sirve de barniz externo para disimular los vicios o de contraseña para adquirir un bono en la repartición de los honores, el poder y la riqueza.
“¿Dónde los católicos animados por un espíritu de bondad y justicia, humildes y generosos, listos a sacrificarse por la integridad de su creencia? Todos hipócritas o acomodaticios, desde el pedagogo que por granjearse la clientela de los ricos devotos, comulga en unión de sus discípulos, hasta el ministro que después de consumar a puerta cerrada unas cincuenta o sesenta ejecuciones de revolucionarios, entra en una iglesia, se arrodilla, pone los brazos en cruz y besa las gradas del altar mayor. Si las conveniencias soplan de lo divino, los más irreligiosos cargan la vela en las procesiones, llevan detentes en el pecho y van a misa todos los domingos, eso vemos hoy, pero si llegara día en que Lutero, Mahoma, el Buda o Moisés repartieran honores, sueldos y granjerías, entonces los más enardecidos católicos frecuentarían la iglesia protestante, la mezquita, la pagoda o la sinagoga. Si en el Perú gobernara un presidente radical y librepensador, el arzobispo haría un panegírico de Renán, los más conspicuos miembros de la Iglesia Católica dejarían el escapulario y cargarían la efigie de Vigil. Max Radiliguet, marino francés que visitó el Perú hacen 50 ó 60 años, escribe: Si los limeños creen en la misa también creen mucho en la plata. Y nosotros podemos agregar que el dinero, tenga o no las aguas del bautismo, es católico, apostólico y romano.”

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